Mi padre ha trabajado 47 años en la misma empresa.
Hijo de la postguerra, lo dio todo y ascendió al más alto nivel de su empresa justo antes de jubilarse.
El mantra para los hijos de esta generación era la siguiente: estudia, trabaja duro, gradúate y encuentra un buen trabajo.
Esto es todo.

Y no, papá, el mundo ya no funciona así.
Hoy llegas a una edad en la que eres “demasiado sénior”.
Puede que tengas que reinventarte.
O empieces a dudar que “en la vida tiene que haber más…”
Aprendes que el fracaso no es un monstruo sino un maestro.
Y el futuro un signo de interrogación gigante sobre tu cabeza.

Lidiar con todo esto es duro.
No hemos estado forjados para vivir con tanta incertidumbre.
Nos han “formateado” para un mundo y nos encontramos con otro.
No tenemos herramientas.
Tenemos culpas, miedos y sistemas de valores desactualizados.
Es así para todos.

Mi generación es una de las primeras en lidiar con el #cambio, con las preguntas sin respuesta, con una separación tan grande entre lo que somos y lo que nos han dicho que tenemos que ser.
Empezar a mirarse al espejo es, en sí, un acto de valentía cuántica.
Somos vulnerables y no estábamos preparados para esto.
Y tú, ¿te has preguntado qué quieres en la segunda parte de tu vida?
